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La caída de los precios de las materias primas debería haber hecho reflexionar a los gobiernos acerca del peligro que significa su rol excesivo en el crecimiento. A partir de allí deberían sacar lecciones que lleven a implementar cambios que incorporen estrategias de desarrollo productivo (que incluyen el sector industrial, pero que no se reducen solo a éste).
Pero en algunos países tenemos una “fuga hacia delante”: el modelo primario exportador debe continuar, con más fuerza que antes. Se menciona que la entrada de nuevas minas, como Las Bambas, Constancia, Toromocho y Cerro Verde implica un crecimiento de 1 a 1.2% del PBI en promedio del 2005 al 2017. Y si se agregan Tía María y Conga, el impulso podría continuar, a partir del 2018 y 2019.
Si hablamos en términos estrictamente económicos, es evidente que habrá mayores tasas de crecimiento. Claro, también habrá problemas, pues si todos los productores siguen el mismo camino habrá una mayor oferta, la misma que llevará a precios aún menores (lo que se llama “falacia de composición).
Esto llevará a que los países comiencen una carrera para atraer mayores inversiones mineras mediante varios instrumentos: reducción de impuestos, disminución de obligaciones, sobre todo en los temas ambientales y sociales.
Esto ya ha comenzado, con la rebaja de impuesto a la renta a las empresas en el 2014, así como con la promulgación de cuatro paquetazos ambientales. Colombia, Ecuador y Bolivia también han implementado nueva legislación en el mismo sentido. Es la “carrera hacia el fondo del pozo”.
Pero las lecciones del fin del super ciclo de las materias primas nos dicen que debemos tomar la senda del desarrollo productivo. Esto no significa abolir o eliminar las materias primas sino comprender que, en el Siglo XXII (más aún que en el Siglo XX) el desarrollo productivo es el camino.
Lo dice el BID, el Banco Mundial, la OCDE y el FMI. Un poco tarde, pero no por ello menos cierto (1). Una de las principales objeciones dice que esta estrategia ya se demostró errada hace 30 años: los gobiernos no pueden “escoger a los ganadores” ya que en verdad favorecen a los “buscadores de rentas”. Además, se malgastan los impuestos con las pérdidas ya que el Estado solo sabe “escoger perdedores”.
No es así. Y la crítica no viene solo de economistas como Dani Rodrik y Ricardo Hausmann, que subrayan que es falsa la idea de la especialización (por ejemplo en producir materias primas) de la teoría ortodoxa. A lo que se agrega la autocrítica del BID cuando dice que la eliminación total de la política industrial en América Latina no ha sido la solución, prometiendo repensar los desafíos y las respuestas con un enfoque pragmático, aprendiendo de la experiencia (2).
Y la demostración palpable, práctica, viene de Japón, el Sudeste Asiático y China, que son ahora economías dinámicas, con productividad creciente y amplio empleo formal. ¿Tan difícil es entenderlo?
(1) Ver “Generales después de la batalla”, 06/04/2014, www.cristaldemira.com
(2) BID, Cómo repensar el desarrollo productivo, 2014, www.iadb.org
Publicado el 10 de Octubre de 2015
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